martes, enero 27

Ignacia Aguilar, Juguete De La Muerte

La muerte quiso jugar al escondite con Ignacia Aguilar.

Se cree que en vida, Ignacia Aguilar de Charmo era una mujer obesa, sufridora de ataques catalépticos, que la llevaban y traían frecuentemente a un lado y otro de la realidad.

Y esa cruda realidad la atacó por sorpresa, tal vez provocada por la juguetona muerte, cuando un día, Ignacia dejó de respirar y quedó atrapada en “el otro lado”, incapaz de regresar a “éste”.

Dada por muerta, velada y llorada, fue enterrada en el cementerio de Guanajuato, ubicado en el Templo de San Sebastián sobre la primera mitad del siglo XIX.

No se sabe el tiempo que transcurrió desde que fue enterrada hasta que pudo volver de nuevo a “este lado”, y tampoco ya fuera mucho o poco tendría importancia para ella, porque cuando Ignacia Aguilar regresó, se encontró, apresada en un oscuro y breve espacio de madera, e imposibilitada de salir de allí.

De nada sirvieron sus gritos primero, ni sus gemidos después, ni tampoco sus esfuerzos por escapar de aquel horror. Ignacia Aguilar había sido enterrada viva. La muerte siguió jugando con ella privándola en esta ocasión de volver de nuevo al estado catatónico para mitigar así su agonía. La dejó morir lentamente, gritando para que abrieran el ataúd hasta que se apagó por completo el oxígeno del reducido lugar.

Pasó el tiempo, y en 1922 expiró el título de propiedad del nicho en el camposanto. Nadie lo renovó y nadie reclamó sus restos, por lo que las autoridades decidieron hacerse cargo de los mismos y trasladarlos a nuevo cementerio, siendo los funcionarios del mismo los que realizaron la labor de la exhumación del cadáver.

Cuentan que éste apareció boca abajo, quizás en un intento de escapar haciendo presión sobre la tapa con su espalda, con las manos aferradas al rostro y este totalmente arañado por ella misma. Sus gritos ayuda fueron respondidos demasiado tarde.

Ahora “descansa” en el Museo de las Momias de Guanajuato. Su mueca de agonía causada por la asfixia, la posición de sus brazos, así como las lesiones que presenta la piel de su frente, siguen gritando al observador la injusticia que le jugó la muerte.

viernes, enero 9

Rosalía Lombardo

Este pequeño ángel nació en Italia, posiblemente Palermo, en el año 1918. Su nombre era Rosalía Lombardo, y la vida le dio poco tiempo para disfrutarla pues murió el 6 de Diciembre de 1.920, con tan sólo dos años de edad.
Se desconoce el motivo de su ascendencia y de su muerte (al menos yo no los he encontrado en internet) y se conserva intacta desde aquél ya lejano 1.920 en que murió.
Se dice que su momificación fue realizada por el doctor Alfredo Solafia, que trató el cadáver con una serie de inyecciones de componentes químicos desconocidos hasta la fecha y que posiblemente nunca conoceremos, puesto que el secreto de la fórmula se la llevó consigo el doctor a su tumba.
Rosalía Lombardo descansa junto a otras momias en las Catacumbas de los Capuchinos, situadas en la ciudad de Palermo, dónde es considerada la estrella y llamada “La Bella Durmiente” debido a la placidez que muestra su incorrupto rostro.
La dulzura que nos muestra su rostro puede deberse a que verdaderamente murió en paz y relajada, o tal vez al tratamiento al que fue sometida después de muerta. Otro enigma más entre tantos.